Es evidente que vivimos en una sociedad muy herida y quebrantada compuesta por personas que muchas veces viven arrastrando heridas del pasado emocionales y espirituales que no han podido o no han sabido resolver; o por personas que están viviendo en soledad y amargura producto de relaciones deshechas o a punto de resquebrajarse. Todo esto es producto de la caída del ser humano y su separación de Dios que ha traído consigo que hombres y mujeres, enceguecidos por la desviación que el pecado produce, tiendan a herirse mutuamente. Y como consecuencia de esas heridas tiendan a reaccionar, interpretar y buscar soluciones a través de patrones que no corresponden al diseño de Dios.
La totalidad de las personas que llegan a las iglesias traen consigo, y en diferentes grados, una variedad de conflictos y disfunciones con las que deberán seguir luchando y sanando hasta poder ir disfrutando cada vez más plenamente de la vida abundante que el Señor Jesucristo ofrece a los suyos (Jn. 10:10; Ro. 6:4). Es así que no es suficiente para el creyente el simplemente escuchar un sermón o una clase y tratar de apropiarse del mensaje individualmente, sino que debe existir también una interacción sanadora con el resto del pueblo de Dios que ayude a que cada persona en particular y también en conjunto enfrenten sus problemas sin temor a la crítica o la condenación y que, en un ambiente de comunidad, amor, compasión, oración y de obediencia y respeto a la Palabra, continuen con el bendito proceso de sanidad personal y relacional (Gálatas 6:2).
Esta concentración intenta ir más allá de la suposición tradicional que afirma que la consejería está enfocada básicamente en la sanidad del individuo lograda a través de una relación privada con un consejero. Por el contrario, una visión bíblica de la consejería pone el énfasis en la ayuda mutua y en el cuidado de unos con otros. Todo esto bajo la luz de la vida abundante ofrecida por Jesucristo a toda su iglesia (Juan. 10:10; 1 Pedro 3:8-9).
En la concentración se utiliza las Escrituras como principio y herramienta fundamental para entender crítica y compasivamente a la naturaleza humana y sus relaciones; y establecer, bajo la ayuda y dirección del Espíritu Santo, las posibles causas para los problemas que dañan al individuo y sus relaciones y las diferentes maneras de abordar estas dificultades que, bajo el prisma bíblico, son beneficiosas para mejorar tales disfuncionalidades.
La concentración proveerá herramientas y habilidades que permitan al consejero el poder entender la complejidad de la naturaleza humana expresada en los diferentes tipos de personalidad, vivencias y problemas que caracterizan nuestra existencia, así como el poder ayudar a individuos y grupos que estén enfrentando algún tipo de crisis o problema tanto a nivel personal, familiar, laboral o en cualquier otro nivel. La meta es poder equipar al consejero bíblico para que con seguridad y con competencia pueda integrar los principios bíblicos y, al mismo tiempo, poder evaluar y hacer uso de estudios del comportamiento humano interpretados a la luz de la Palabra de Dios con el fin de iluminar y encontrar las raíces espirituales, emocionales, mentales o físicas, el contexto cultural y los patrones repetitivos que estén dañando al individuo mismo o sus relaciones. Todo esto tiene como propósito el facilitar la vida plena que le de la Gloria a Dios tanto en el ámbito personal, las relaciones, el matrimonio y la vida familiar.
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